Diez tipos de borracheras festivaleras
Asistir a un festival es una experiencia maratoniana cuya exigencia hay que multiplicar exponencialmente por el número de días de duración. Puede ser como trotar durante una carrera de 10 kilómetros si tiene un par de jornadas pero, a partir de ahí, se transforma en un maratón para ultrafondistas según vamos añadiendo horas.
Y de la misma manera que los runners y/o atletas (no es lo mismo) tienen sus bebidas isotónicas, el festivalero medio, por lo general, se hidrata con cerveza. Cierto es que a este tipo de celebraciones musicales acude todo tipo de gente y también hay quienes pasan del alcohol, pero creo que todos coincidiremos en que la cerveza es el líquido elemento más demandado. Y su consumo también se multiplica exponencialmente en función del calor y de los días de música.
Al final, por tanto, acudir a un festival es una cuestión de resistencia física. Y todos sabemos que, aunque en momentos de aparente lucidez parezca lo contrario, el alcohol no ayuda precisamente a aguantar más, ni tampoco a hacernos inmortales. Muchos equívocos en días locos de verano con la música atronando, que dan como resultado un buen puñado de diversos tipos de borracheras festivaleras.
Repasamos algunas, que pueden referirse a distintas personas o a sucesivas fases en un mismo ser humano en proceso constante de enajenación.
LA AMIGABLE
Es la más sociable y la menos inofensiva. Te lleva a intentar comunicarte con todas las personas que se cruzan en tu camino. Esto puede hacer que pierdas a tus acompañantes originales, si bien no te importará demasiado porque pronto encontrarás otros de reemplazo. Y así una y otra vez. Todo irá bien mientras te mantengas en este punto y tu sonrisa se mantenga franca.
Foto: Alice Zoo
LA ERUDITA
Cuanto más bebes más sabes sobre la vida en general y sobre música en particular. Encontrarás matices que nadie más ve en los grupos que se dignan a tocar ante tu sapiencia y querrás compartir tus infinitos conocimientos con todos los que te rodean. Incluso te inventarás datos, detalles e historias si es preciso. Eres un libro abierto. Eres, en definitiva, la maldita Biblia.
LA VIEJUNA
Te sientes mayor que el resto y necesitas decírselo a todos. También necesitas recordarles que tú asististe a tal o cual concierto en 1980 en el estadio del Moscardó de Usera (donde se lió parda en aquel concierto de Lou Reed, por ejemplo). De paso, admitirás que la música de ahora te parece una basura mientras muestras ufano algunas fotos de tus vástagos, querido abuelo cebolleta.
LA FOLCLÓRICA
Es que es tomarte una caña y no poder reprimir las ganas de cantar y bailar. Te sabes todas las canciones y estás pletórico de voz, así que sencillamente dejas que tu talento innato salga en forma de imparable torrente vocal. Incluso sientes que la profesión de coreógrafo te pertenece, aunque si te vieras desde fuera querrías esconder la cabeza bajo tierra cual avestruz.
LA DESCOORDINADA
Inversamente proporcional a La folclórica, quienes la padecen son incapaces de aplaudir en el momento adecuado, incapaces de cantar en el momento adecuado e incapaces de bailar en general. Es claramente degenerativa y puede derivar en una borrachera zombie, como veremos en el punto siguiente.
LA ZOMBIE
Propia del que se agarra tal castaña que empieza por no vocalizar, después va perdiendo el equilibrio hasta no mantenerse en pie, luego le entran sudores y, por último, cuando los colegas le dan por imposible y le dejan aparcado en cualquier rincón, cae a plomo sin capacidad de resurrección en un tiempo estimado de al menos dos o tres horas. Después renacerá con las energías justas para llegar a su cama y apagarse hasta el día siguiente, cuando amanecerá jurando que no volverá a beber.
LA DORMILONA
La zombie puede convertirse en La dormilona, si bien no es necesariamente lo mismo, pues todos hemos visto a gente en los festivales tirada por el suelo durmiendo al haber llegado al final de sus fuerzas. En la mayoría de ocasiones se debe, efectivamente, al consumo en exceso de alcohol (y tal), pero también hay gente que simplemente no está hecha para este tipo de maratones. Pueden llegar incluso a dormirse de pie, apoyados contra alguna pila de atronadores amplificadores.
LA EXHIBICIONISTA
Con tanto calor y tanta emoción ante tanto temazo, llega un punto de inflexión en el que la ropa sobra. Se puede empezar por quitarse la camiseta y, al comprobar lo bien que sienta el fresquito, terminar despojándose de esos ropajes que no son más que tiranías de una sociedad mojigata y conservadora empeñada en cortarnos las alas. Este tipo de borrachera puede ir acompañada de un apetito sexual desmedido, de unas ganas locas de pillar (esto podría ser otro tipo de pedo en sí mismo, efectivamente).
LA DESCONTROLADA
Con o sin ropa, eso es opcional. Lo que importa es descontrolar, es decir, beber sin parar, correr de un lado para otro, gritar, abrazar, besar, caerse, levantarse, automutilarse. Todo dentro de una sensación generalizada de que no hay manera de reconducir la situación hasta que alguna catástrofe se cruce en nuestro camino. O la policía, en el mejor de los casos.
LA VIOLENTA
Lamentablemente, todo ocurre, eso ya lo sabemos. También esas cosas que pueden cortarnos el rollo. Y no hace falta ser un hooligan con pedigrí para perder los papales como consecuencia de los efectos del alcohol. Un empujón involuntario por parte de un exhibicionista puede ser la chispa propiciatoria. O que la canción que suena en ese momento te recuerda a un o una ex. O que el grupo es una gran puta mierda. Y todo se tuerce.
LA ELEGANTE
También, también hay gente que va con su pedo sin perder el porte y la elegancia. Caminando como un pincel, saludando con amplias sonrisas, teniendo conversaciones elocuentes e interesantes. Incluso orinando en las zonas adecuadas y sin salirse del tiesto. Cuando se marchan del festival saludan uno por uno a todos los trabajadores y les agradecen educadamente su labor. Alguno de estos habrá, ¿no?