A estas alturas nadie duda que José Miguel Conejo Torres, más conocido como Leiva, está destinado a esculpir su nombre entre los más grandes de la música española de todos los tiempos. Sus canciones parecen haber estado siempre allí. Suenan naturales, entran fácil como el buen tequila, y a la vez resulta increíblemente difícil hacerlo tan sencillo, tan irresistible. Debe ser así. Estaba esperando ser así en algún sitio y él las arrancó de la nada. Y cualquiera sabe que sacarte de la chistera este tipo de canciones no es algo que pueda hacer todo el mundo, que eso sólo está al alcance de unos cuantos elegidos.
Nacido en Vallecas en 1980, a nadie debería sorprenderle que el joven Leiva tocara la batería o que quisiera montar un grupo con el que hacer versiones de Leño. De hecho, no cuesta rastrear algo de ese deje macarra, rockero hasta el tuétano, en los primeros trabajos de Pereza, la banda que formó junto a Rubén Pozo y con la que se convirtió en uno de los referentes del rock nacional gracias a su tercer disco, “Animales" (2005). El secreto: una música que engarzaba perfectamente en una tradición que venía de lejos y a la vez aportaba grandes dosis de personalidad y carácter propio.
Los siguientes años serían frenéticos. El grupo grabó tres discos más, ofrecería conciertos míticos como el que dio con Joaquín Sabina en el estadio La Bombonera de Buenos Aires y se convertiría en uno de los mayores referentes de la escena nacional, un grupo capaz de encandilar a un público heterogéneo y variado desde un discurso musical insobornable.
Cuando en 2012, ya en solitario, Leiva publicó “Diciembre" quedó claro que no se había esfumado la magia (mejor disco del año según la revista Rolling Stone) y “Pólvora", su siguiente álbum, se convertiría en disco de oro apenas un mes después de su edición. El viento y la ventura siguen soplando a su favor y llega a Londres de la mano de Rock Sin Subtítulos en uno de los mejores momentos. Cuando se habla de Leiva, decir eso es decir mucho.
